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Historia de Los de Abajo ( Parte II)
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Historia de Los de Abajo ( Parte II)
GANANDO TERRITORIO
A comienzos de 1992 ya se podía respirar un aire distinto en el ambiente azul. La asunción de la nueva directiva prometía cambiarle el rumbo a la institución y engrandecerla como se merecía. En el plano futbolístico, la llegada de Arturo Salah significaba el inicio de una etapa distinta a lo que habían sido las últimas campañas. Ahora se quería pelear el campeonato y no solo mantenerse en primera. Es así como el inicio de la campaña fue a gran ritmo. Esto hizo que el entusiasmo cundiera entre los seguidores azules y el sector sur del Nacional se viera colmado cada vez que la U jugaba. Por su parte, la mala fama que acompañaba a la hinchada, producto de los desmanes que habían ocurrido entre 1990 y 1991, no hacían mella en el aumento progresivo del número de integrantes.
Ya desde tiempo atrás, pero con mayor fuerza en ese año, se masificó la división de la barra en sub-grupos, conocidos como piños. Los piños se formaban por distintos motivos, como el que un grupo de barristas viviese en el mismo barrio o comuna; porque se juntaban siempre en el estadio y en la misma ubicación; porque peleaban juntos contra otras barras, etc. No había una regla determinada para formar un piño, pero la mayoría de los integrantes de la barra sentían que debían pertenecer a uno de ellos. Es así como se consolidan grupos emblemáticos dentro de la hinchada, los cuales iban a ser la fuerza de ésta y la situaran con la más numerosa y brava del país. Entre estos grupos, The Stealer's, The Alcoholist, The Criminal's, The Gunner's, The Tatuajes eran algunos de los más radicales. Estaban (en esa época) integrados en su mayoría por adolescentes que se estaban integrando y otros provenían de los inicios de ésta. El rol que cumplían estos grupos se transformaba en vital para la barra cada vez que se jugaba un clásico entre la U y Colo-Colo, sobre todo en el estadio, las calles aledañas eran tomadas por la barra de ese club, haciendo que los hinchas azules tuvieran que ingeniárselas para llegar al estadio con su camiseta azul. Muchos eran agredidos impunemente y poco podían hacer ante la superioridad numérica. Por esta razón había que cambiar la historia. Si la U jugaba un clásico en el Nacional, debía ser local dentro y fuera del estadio. No podía ser que para llegar a ver al León hubiera que hacerlo con la camiseta oculta. De ahí que la vitalidad u decisión de estos grupos fué la causa principal que daría un vuelco a esta mancillante situación. Había que demostrar porqué éramos LOS DE ABAJO y porqué nos creíamos los más bravos. Fué un proceso lento, donde varias veces más de algún integrante cayó herido por el otro bando. En ocasiones se perdía y en otras se ganaba, pero llegó el momento en que eran más las victorias y que poco a poco se empezaba a ganar territorio. Ya los baristas de Colo-Colo(1) no podían llegar solos al Nacional. Debían llegar en grupos porque se sabía que había una fracción de LOS DE ABAJO que rondaba todas las calles del Nacional buscando garreros para expulsarlos del territorio azul. De esta forma y progresivamente cada clásico se fué ganando mayor presencia y los hinchas azules, las familias con sus niños ya podían llegar cn toda confianza a su estadio, pues iba a estar custodiado por cientos de barristas azules que garantizarían de ahí en adelante que el Nacional era del León.
La anónima labor de muchos "cabros" que se la jugaron en esa época por levantar el nombre de la hinchada y hacerlo el más respetado y admirado por todos, tiene un gran valor. Muchos de ellos hoy no están con nosotros por distintas razones, pero vaya por todos los que saben estuvieron ahí atinando, un reconocimiento de corazón. Siempre se les recuerda...
En lo deportivo fué 1992 muy próspero en cuanto a rendimiento. Clasificamos para la liguilla y estuvimos a tres minutos de ir a Copa Libertadores. Aún se recuerda esa caravana con más de 20 buses hacía Coquimbo para jugar con el local por la pre-liguilla. También el gran triunfo sobre Colo-Colo por dos a cero en el Nacional, con dos goles de Gino Cofré, el cual luego de esa actuación se convirtió en un verdadero ídolo de la hinchada. De 1993 uno de los hechos más significativos ocurrió durante la Copa Chile. Tras una disputa con Colo-Colo y debido a la inseguridad que presentaba el estadio de Pedreros, la directiva de la U llamó a no asistir al clásico a jugarse ahí. Sin embargo, la verdadera hinchada asistió. Fuímos visita y hasta tuvimos tiempo para jugar con la malla del arco. Más encima, ganamos 1 a 0 al local. ¿Qué más se podía pedir?.
Definitivamente memorable. Al culminar el año, nuevamente quedábamos fuera de la Libertadores, pero había una luz que indicaba que pronto lograríamos algom muuy grande. En la galería y en la calle ya lo habíamos hecho. Sólo faltaba ser grandes en la cancha... y hacia allá íbamos.
1) Los roces eran con los barristas de Colo-Colo y no con sus hinchas, como mujeres y niños o simples aficionados de fútbol...
ETIQUETA DE GRANDES
El histórico año de 1994 marcó una huella imborrable en todos los corazones azules. Veinticinco años de espera paciente y rigurosa se acababan, y daban paso a un desate de algarabía nacional. La hinchada ya albergaba a diez mil seguidores en la galería sur del Nacional y se había posicionado como la más brava y numerosa del país, apoyada por la grandiosa campaña que el equipo realizaba esa temporada.
Existían núcleos de gran importancia que hacían la fuerza en sectores centrales y periféricos de la ciudad. Independencia fue una gran cuna de la hinchada, así como Peñalolen, Quinta Normal, Maipú y La Florida. Estas comunas concentraban gran número de integrantes y servían de ejes para las comunas aledañas a éstas. Ese año se comienza a notar más apoyo de la dirigencia azul. Ahora las reuniones se podían realizar en el interior de la sede de Campo de Deportes y no en la calle como venía ocurriendo desde hacía años. También se empezó a contar con presupuesto para viajes y especialmente para hacerle salidas al equipo. es así como se hace popular la costumbre de lanzar humo de extintores azul y rojo. esta iniciativa fué imitada rápidamente por todas las demás barras, pero los pioneros indiscutidos éramos nosotros. También llegaban los "tronadores", que son los petardos que explotan en el aire. Está demás decir que fuimos los precursores en este estilo. Cada salidos de los Leones al campo de juego se empezaba a transformar en un verdadero espectáculo aparte. Papel picado, rollos, humos azul y rojo y cientos de explosiones daban vida a un cuadro que rápidamente daba la vuelta al mundo a través de las imágenes televisivas. Fue en este año cuando, después de muchos, la U volvía a las competencias internacionales. Esta vez era para participar en la copa Conmebol, y Los De Abajo como hinchada tenían su primera oportunidad para salir fuera del país y revalidar los pergaminos acumulados en territorio nacional. Y así fué. El primer viaje fué rumbo a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Una treintena de barrabravas hizo frente a treinta mil "bolitas" que expresaban todo su resentimiento contra todo lo que fuese chileno. Fue una gran muestra que el aguante y la bravura trascendían los límites de nuestra patria y esto quedó aún mayormente refrendado en el siguiente viaje a la cancha de San Lorenzo en Argentina. El mítico aguante de los argentinos quedó en vergüenza ante la Bullanguera que se escucho durante todo ese encuentro. Fue la primera muestra clara que lo de "no me importa en qué cancha juguemos, a los azules los sigo a donde van" iba muy en serio. A medida que el fin de campeonato se acercaba crecía el ambiente de fiesta, que tomó cuerpo con el recordado 1 a 0 a Católica en el Nacional, con el cual ganamos la punta del torneo. El final de fiesta se vivió a 2.400 metros sobre el nivel del mar, en una tierra árida y escondida. Sin embargo, los azules se las ingeniaron para escalar y repletar con 18.000 hinchas el estadio El Cobre, en una tarde histórica para esa ciudad, que vio aumentada su población en más de un cien por ciento. Era un día que pasaría a formar parte de los recuerdos más gloriosos de la historia del club. El llanto, la euforia y la emoción de toda una hinchada que nunca había vivido en carne propia lo que era ser campeón y tocar una copa. Sólo algunos habían podido tocar la copa del ascenso en el ’89, pero la sensación obviamente no era la misma. De esta forma se rompía una maldición y se entraba en una etapa triunfal que duraría aún más.
También en 1994 en el Congreso Nacional se dictaba la ley 19.327, referida a la violencia en los estadios; con ésta pensaban controlar ciertos focos de violencia que sucedían en las canchas. Producto de esta ley, se "obliga" a abrir un registro de identificación a las barras, el famoso empadronamiento. Se suponía que todas las barras debían cumplir el mandato, sin embargo la única que cumplió fué la nuestra. El aceptar la norma y empadronarse creó una división dentro de la hinchada. Estaban por una parte los que accedían a hacerlo y los que estaban en contra, por considerar que la medida solo buscaba "fichar" a los barristas y tenerlos identificados para, en caso de desórdenes, poder buscarlos más fácilmente. Una de las cláusulas dela ley señalaba que debía limitarse un sector cerrado exclusivamente para la barra y aquel que no tuviese su carnet de empadronado no podría ingresar, ya que no sería considerado como barrista. esto hizo que muchos accedieran al requerimiento para no quedarse fuera del lugar que habían ocupado siempre; los más radicales en cambio, no quisieron ser identificados y rehusaron a inscribirse.
En la práctica la medida fué de cartón, ya que en el debut de las rejas quienes no podía ingresar por no tener su cartnet, igual lo hicieron saltando las vallas y la tan temida medida quedaba así en nada. En todo caso, se encargó de cambiar la geografía del sector sur con dos nuevas rejas, que separaron a la hinchada en tres, por que a esas alturas la brava ya cubría la galería sur de codo a codo.
El año 1995 venía con Copa Libertadores incluida y en las tierras de Colombia también hubo un pequeño grupo de azules que se desplazó para ver al León. En esa temporada la U siguió dando espectáculo en cada cancha donde jugaba y la fiel hinchada hacía lo propio armando fiesta en la galera. No era de extrañar entonces que a final de año en un Estadio Nacional con 80.000 camisetas azules (en una asistencia histórica), los Leones dieran nuevamente la vuelta olímpica cumpliendo así el sueño de muchos, de ver al equipo campeón ante sus ojos. Años atrás, nadie hubiese soñado con un título, y menos aún con un bicampeonato, pero estaba escrito: la pasión pudo más que la esquiva história.
Ya desde tiempo atrás, pero con mayor fuerza en ese año, se masificó la división de la barra en sub-grupos, conocidos como piños. Los piños se formaban por distintos motivos, como el que un grupo de barristas viviese en el mismo barrio o comuna; porque se juntaban siempre en el estadio y en la misma ubicación; porque peleaban juntos contra otras barras, etc. No había una regla determinada para formar un piño, pero la mayoría de los integrantes de la barra sentían que debían pertenecer a uno de ellos. Es así como se consolidan grupos emblemáticos dentro de la hinchada, los cuales iban a ser la fuerza de ésta y la situaran con la más numerosa y brava del país. Entre estos grupos, The Stealer's, The Alcoholist, The Criminal's, The Gunner's, The Tatuajes eran algunos de los más radicales. Estaban (en esa época) integrados en su mayoría por adolescentes que se estaban integrando y otros provenían de los inicios de ésta. El rol que cumplían estos grupos se transformaba en vital para la barra cada vez que se jugaba un clásico entre la U y Colo-Colo, sobre todo en el estadio, las calles aledañas eran tomadas por la barra de ese club, haciendo que los hinchas azules tuvieran que ingeniárselas para llegar al estadio con su camiseta azul. Muchos eran agredidos impunemente y poco podían hacer ante la superioridad numérica. Por esta razón había que cambiar la historia. Si la U jugaba un clásico en el Nacional, debía ser local dentro y fuera del estadio. No podía ser que para llegar a ver al León hubiera que hacerlo con la camiseta oculta. De ahí que la vitalidad u decisión de estos grupos fué la causa principal que daría un vuelco a esta mancillante situación. Había que demostrar porqué éramos LOS DE ABAJO y porqué nos creíamos los más bravos. Fué un proceso lento, donde varias veces más de algún integrante cayó herido por el otro bando. En ocasiones se perdía y en otras se ganaba, pero llegó el momento en que eran más las victorias y que poco a poco se empezaba a ganar territorio. Ya los baristas de Colo-Colo(1) no podían llegar solos al Nacional. Debían llegar en grupos porque se sabía que había una fracción de LOS DE ABAJO que rondaba todas las calles del Nacional buscando garreros para expulsarlos del territorio azul. De esta forma y progresivamente cada clásico se fué ganando mayor presencia y los hinchas azules, las familias con sus niños ya podían llegar cn toda confianza a su estadio, pues iba a estar custodiado por cientos de barristas azules que garantizarían de ahí en adelante que el Nacional era del León.
La anónima labor de muchos "cabros" que se la jugaron en esa época por levantar el nombre de la hinchada y hacerlo el más respetado y admirado por todos, tiene un gran valor. Muchos de ellos hoy no están con nosotros por distintas razones, pero vaya por todos los que saben estuvieron ahí atinando, un reconocimiento de corazón. Siempre se les recuerda...
En lo deportivo fué 1992 muy próspero en cuanto a rendimiento. Clasificamos para la liguilla y estuvimos a tres minutos de ir a Copa Libertadores. Aún se recuerda esa caravana con más de 20 buses hacía Coquimbo para jugar con el local por la pre-liguilla. También el gran triunfo sobre Colo-Colo por dos a cero en el Nacional, con dos goles de Gino Cofré, el cual luego de esa actuación se convirtió en un verdadero ídolo de la hinchada. De 1993 uno de los hechos más significativos ocurrió durante la Copa Chile. Tras una disputa con Colo-Colo y debido a la inseguridad que presentaba el estadio de Pedreros, la directiva de la U llamó a no asistir al clásico a jugarse ahí. Sin embargo, la verdadera hinchada asistió. Fuímos visita y hasta tuvimos tiempo para jugar con la malla del arco. Más encima, ganamos 1 a 0 al local. ¿Qué más se podía pedir?.
Definitivamente memorable. Al culminar el año, nuevamente quedábamos fuera de la Libertadores, pero había una luz que indicaba que pronto lograríamos algom muuy grande. En la galería y en la calle ya lo habíamos hecho. Sólo faltaba ser grandes en la cancha... y hacia allá íbamos.
1) Los roces eran con los barristas de Colo-Colo y no con sus hinchas, como mujeres y niños o simples aficionados de fútbol...
ETIQUETA DE GRANDES
El histórico año de 1994 marcó una huella imborrable en todos los corazones azules. Veinticinco años de espera paciente y rigurosa se acababan, y daban paso a un desate de algarabía nacional. La hinchada ya albergaba a diez mil seguidores en la galería sur del Nacional y se había posicionado como la más brava y numerosa del país, apoyada por la grandiosa campaña que el equipo realizaba esa temporada.
Existían núcleos de gran importancia que hacían la fuerza en sectores centrales y periféricos de la ciudad. Independencia fue una gran cuna de la hinchada, así como Peñalolen, Quinta Normal, Maipú y La Florida. Estas comunas concentraban gran número de integrantes y servían de ejes para las comunas aledañas a éstas. Ese año se comienza a notar más apoyo de la dirigencia azul. Ahora las reuniones se podían realizar en el interior de la sede de Campo de Deportes y no en la calle como venía ocurriendo desde hacía años. También se empezó a contar con presupuesto para viajes y especialmente para hacerle salidas al equipo. es así como se hace popular la costumbre de lanzar humo de extintores azul y rojo. esta iniciativa fué imitada rápidamente por todas las demás barras, pero los pioneros indiscutidos éramos nosotros. También llegaban los "tronadores", que son los petardos que explotan en el aire. Está demás decir que fuimos los precursores en este estilo. Cada salidos de los Leones al campo de juego se empezaba a transformar en un verdadero espectáculo aparte. Papel picado, rollos, humos azul y rojo y cientos de explosiones daban vida a un cuadro que rápidamente daba la vuelta al mundo a través de las imágenes televisivas. Fue en este año cuando, después de muchos, la U volvía a las competencias internacionales. Esta vez era para participar en la copa Conmebol, y Los De Abajo como hinchada tenían su primera oportunidad para salir fuera del país y revalidar los pergaminos acumulados en territorio nacional. Y así fué. El primer viaje fué rumbo a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Una treintena de barrabravas hizo frente a treinta mil "bolitas" que expresaban todo su resentimiento contra todo lo que fuese chileno. Fue una gran muestra que el aguante y la bravura trascendían los límites de nuestra patria y esto quedó aún mayormente refrendado en el siguiente viaje a la cancha de San Lorenzo en Argentina. El mítico aguante de los argentinos quedó en vergüenza ante la Bullanguera que se escucho durante todo ese encuentro. Fue la primera muestra clara que lo de "no me importa en qué cancha juguemos, a los azules los sigo a donde van" iba muy en serio. A medida que el fin de campeonato se acercaba crecía el ambiente de fiesta, que tomó cuerpo con el recordado 1 a 0 a Católica en el Nacional, con el cual ganamos la punta del torneo. El final de fiesta se vivió a 2.400 metros sobre el nivel del mar, en una tierra árida y escondida. Sin embargo, los azules se las ingeniaron para escalar y repletar con 18.000 hinchas el estadio El Cobre, en una tarde histórica para esa ciudad, que vio aumentada su población en más de un cien por ciento. Era un día que pasaría a formar parte de los recuerdos más gloriosos de la historia del club. El llanto, la euforia y la emoción de toda una hinchada que nunca había vivido en carne propia lo que era ser campeón y tocar una copa. Sólo algunos habían podido tocar la copa del ascenso en el ’89, pero la sensación obviamente no era la misma. De esta forma se rompía una maldición y se entraba en una etapa triunfal que duraría aún más.
También en 1994 en el Congreso Nacional se dictaba la ley 19.327, referida a la violencia en los estadios; con ésta pensaban controlar ciertos focos de violencia que sucedían en las canchas. Producto de esta ley, se "obliga" a abrir un registro de identificación a las barras, el famoso empadronamiento. Se suponía que todas las barras debían cumplir el mandato, sin embargo la única que cumplió fué la nuestra. El aceptar la norma y empadronarse creó una división dentro de la hinchada. Estaban por una parte los que accedían a hacerlo y los que estaban en contra, por considerar que la medida solo buscaba "fichar" a los barristas y tenerlos identificados para, en caso de desórdenes, poder buscarlos más fácilmente. Una de las cláusulas dela ley señalaba que debía limitarse un sector cerrado exclusivamente para la barra y aquel que no tuviese su carnet de empadronado no podría ingresar, ya que no sería considerado como barrista. esto hizo que muchos accedieran al requerimiento para no quedarse fuera del lugar que habían ocupado siempre; los más radicales en cambio, no quisieron ser identificados y rehusaron a inscribirse.
En la práctica la medida fué de cartón, ya que en el debut de las rejas quienes no podía ingresar por no tener su cartnet, igual lo hicieron saltando las vallas y la tan temida medida quedaba así en nada. En todo caso, se encargó de cambiar la geografía del sector sur con dos nuevas rejas, que separaron a la hinchada en tres, por que a esas alturas la brava ya cubría la galería sur de codo a codo.
El año 1995 venía con Copa Libertadores incluida y en las tierras de Colombia también hubo un pequeño grupo de azules que se desplazó para ver al León. En esa temporada la U siguió dando espectáculo en cada cancha donde jugaba y la fiel hinchada hacía lo propio armando fiesta en la galera. No era de extrañar entonces que a final de año en un Estadio Nacional con 80.000 camisetas azules (en una asistencia histórica), los Leones dieran nuevamente la vuelta olímpica cumpliendo así el sueño de muchos, de ver al equipo campeón ante sus ojos. Años atrás, nadie hubiese soñado con un título, y menos aún con un bicampeonato, pero estaba escrito: la pasión pudo más que la esquiva história.
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